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El vecino más conocido de Liérganes: » El Hombre Pez»

Liérganes alcanzó cierta fama y notoriedad en el siglo XVII, por un episodio que atrajo la atención de toda España y de algunos países extranjeros. Numerosos zoologos y curiosos se desplazaron a la pequeña localidad para contrastar un curioso fenómeno conocido como el «hombre pez» de Liérganes, un extraño caso que siempre quedará en el aire…Pero el llamado «hombre pez» no sólo existió, sino que tenía nombre y apellidos: Francisco de la Vega Casar.

Monumento al Hombre pez. Liérganes

El niño nació en 1658 (su partida de nacimiento está documentada), y con tan solo 5 años tenía unas dotes natatorias increíbles de las que hacía gala en el río Miera. En 1672 fue enviado a Las Arenas (Vizcaya) para que aprendiese el oficio de carpintero, y allí continuaba con su afición a nadar. La víspera de San Juan del año 1674, estando con otros compañeros de oficio, se lanzó al agua y le vieron nadar mar adentro..tanto que deapareció. Al ver que no aparecía, todos pensaron que las bravas aguas del cantábrico se lo habían tragado para siempre.

Centro de Interpretación del Hombre pez. Liérganes.

Cinco años después, unos pescadores que faenaban en la Bahía de Cádiz, contemplaron atónitos como se acercaba a poca profundidad un misterioso «ser» que en realidad tenía apariencia de hombre pero eso si, bastante raro. Dicen que tenía escamas en la piel y los dedos unidos por membranas… Fue capturado y llevado al convento de San Francisco donde permaneció tres semanas. El secretario de esta institución Domingo de la Cantolla le realizó diversos exorcismos para expulsar a los demonios que semejante ser debía albergar en su interior. Los inquisidores querían saber quien era y cómo había llegado hasta allí, pero «el hombre pez» no hablaba…sólo dijo una palabra: Liérganes. El inquisidor envió a varios mensajeros para que investigaran el asunto y así conocieron la historia de la desaparición del joven Francisco de la vega Casar, por lo que en enero de 1680 fue trasladado hasta Liérganes para que su familia certificase o no si se trataba de la misma persona. Y así fue, reconocido inmediatamente por su madre y hermanos. Allí se quedó aunque ya no volvería a ser el mismo.. No hablaba, solo pronunciaba palabras como «tabaco» o «pan». Cuentan que comía el pescado y la carne crudos y casi no se movía..
No existen pruebas de que llegara a nado a Cádiz, ni que hubiera vivido siempre en el agua, pero la historia no deja de tener su enigma..
Una tarde en 1682 marchó a las aguas el Miera y se perdió nadando con la soltura que lo caracterizaba. Eta vez para nunca más volver. Su cadáver jamás fue hallado. Lo que no se puede negar es que este joven existió en realidad. No fue un ser legendario o mitológico, sino un vecino de la bella localidad cántabra de Liérganes.